Las palabras cargadas de energía tienen el poder de crear o destruir relaciones y la capacidad de crear situaciones acorde a lo que dices. Tus palabras moldean una situación en un momento determinado.
No debemos utilizar nuestras palabras para juzgar o condenar a los demás, sino para mostrarles el amor y la gracia de Dios. Debemos recordar que nuestras palabras tienen el poder de sanar las heridas y de restaurar la esperanza en los corazones quebrantados.
Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.
La fuerza de las palabras es tal, que no son necesarias demasiadas para causar una profunda alegría o una honda tristeza. Muchas veces basta una frase que valide una emoción que sentimos o un párrafo corto que ataque nuestro punto más débil.
Así como nuestras palabras pueden tener un impacto positivo en los demás, también pueden causar un daño significativo. Las palabras ofensivas y vulgares pueden herir profundamente a las personas y afectar su autoestima y confianza.
En Lucas 6:45, Jesús nos dice que «de la abundancia del corazón habla la boca». Esto significa que nuestras palabras son un reflejo de lo que hay en nuestro corazón.
Como cristianos, debemos utilizar nuestras palabras como un instrumento del amor y la gracia de Dios. Tenemos la responsabilidad de comunicar el amor de Dios a los demás, de ser portadores de buenas noticias en un mundo lleno de dolor y sufrimiento. Debemos usar nuestras palabras para alentar, consolar y brindar apoyo a aquellos que nos rodean.
La Biblia nos exhorta a usar nuestras palabras de manera responsable y sabia. En Efesios four:29, se nos dice: «Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes».
La Biblia nos advierte que un día daremos cuenta de cada palabra que hayamos hablado. Mateo 12:36 nos dice: «Pero os digo que de toda palabra ociosa que hablen more info los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio».
Jesús nos recuerda que las palabras que decimos son en realidad el reflejo de nuestro corazón (Mateo twelve:34-35). Cuando nos convertimos en cristianos, se espera que haya un cambio en la forma de hablar, porque vivir para Cristo cambia la manera en que elegimos nuestras palabras.
Nuestra confesión de fe en la Palabra de Dios tiene un impacto directo en nuestra vida espiritual y emocional. Debemos aprender a declarar las promesas de Dios sobre nosotros y sobre nuestra situación, confiando en que Su Palabra nunca falla y que tiene el poder de cumplirse en nuestra vida.
Si quieres cambiar tu entorno una de las formas más sencillas de conseguirlo es aumentando tu vocabulario. Las personas se asocian con otras personas que manejan su mismo vocabulario.
El poder de las palabras según la Biblia es innegable. Podemos ver el impacto de las palabras en nuestras vidas y en la vida de los demás. Por lo tanto, debemos ser conscientes de cómo utilizamos nuestras palabras y utilizarlas para glorificar a Dios y bendecir a los demás.
siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba.